Por: Shaddai Eves
Con los detergentes, la pintura y los trastes recogidos para mudarse a la casa en un segundo piso, las ilusiones de los jóvenes cristianos sólo llegaron hasta la noche del martes, cuando miembros de la Policía Nacional arremetieron contra ellos sin siquiera preguntar, en momentos que regresaban de una prédica en Villa Altagracia.
Elizabeth Muñoz, de 33 años, luego de permanecer un tiempo residiendo en Italia, descubrió el amor en el pastor Joel Díaz, de 36 años, lo que la llevó a radicarse en el país.
Residían en la calle 19 de Marzo en el barrio Cuesta Linda de Sabana Perdida, donde alegraban con prédicas y regalos las vidas de niños, jóvenes y adultos de la comunidad.
La madre de Elisa, Emérita Marte, quien se encuentra de visita en el país por motivo de la boda de su hija, al llegar a la casa donde residía su retoño, luego de una manifestación en la Policía, con un pañuelo blanco y sentada en un muro de cemento rodeada de arena, madera y otros materiales de construcción de la casa de su hija, no pudo contener las lágrimas que le producía asumir la trágica muerte de su segunda de cuatro hijos, y la de su nuero.
Con una voz quebrantada, tratando de mantener la cordura, sólo decía “Por qué matar a dos personas así, de esa manera, como si fueran dos delincuentes… Los mataron por estar sirviéndole al Señor, no hay justificación. Yo lo que quiero es que se haga justicia”.
Días antes de hecho, Elisa le mostraba a su madre entusiasmada la ropita que le colocaría a su bebé cuando lo tuviera junto a Joel, tras abrir una funda de ropa que tenía para donarla a unos niños del sector.
“Me dice ella: Ay mami, yo me voy a quedar con ese para cuando tenga mi niña, porque es una hembra que yo quiero tener y ese vestidito yo lo voy a guardar, y le digo yo: Ay, tú siempre guardando, y ella responde: ¡No, no no! Verás que será una niña hembra”, contaba entre llantos Emérita.
Sin saber lo que sucedería, antes de su muerte, Elisa había preparado para el miércoles luego del mediodía una célula sorpresa para los niños del sector y por esa razón ordenó un bizcocho de cinco libras, que se lo dejaron listo para ese día, pero que no pudo llegar a los niños.
Los niños empezaron desde tempranas horas, reunidos en su casa, a buscarla por motivo a la actividad que les había preparado, sin embargo, no la encontraron.
Ella acostumbraba a realizar cultos y actividades dinámicas en el sector, especialmente para los infantes, todos los lunes y miércoles, con regalos, invitaba payasos, levantaba sus carpas. El de los adultos los realizaba los viernes.
Una de las acciones benéficas más significantes que realizó, fue traer de Italia a una persona para que instruyera y les diera clases de música a todos ellos.
“Ella pedía para darle a niños, jóvenes y adultos. Yo misma le mandaba para que ella regalara todo eso. El lunes ella se llevó dos fundas de ropa de mi casa, le dije… Allá hay ropa de niños para que tú la des, juguetes…”, contaba la señora Emérita.
Apreciada en su comunidad
Vecinos, amigos, familiares coinciden con que “Elizabeth era la personificación del amor”.
Martha Félix, una de sus vecinas más cercanas, relata sus vivencias junto a ella y decía en llantos que “de ella no se puede decir nada malo, porque siempre fue una mujer dada con todos y buena gente”.
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