SANTO DOMINGO.-Acostumbrados a festejar por todo lo alto la llegada de un nuevo año, gran parte de la población que vive en la capital dominicana optó por respetar las restricciones impuestas por el Gobierno y prefirieron celebrar refugiados en casas o en lugares cerrados.
El COVID-19 se impuso. Los casos positivos volvieron a subir y el comportamiento de las personas durante la Navidad fue ajeno a la realidad de una pandemia, por lo que el Gobierno dominicano fue más restrictivo con las medidas para evitar la propagación del virus.
El silencio y la soledad ofrecieron un condimento atípico para la llegada del nuevo año. Una vez llegada la medianoche, pequeñas celebraciones improvisadas y dispersas en lugares donde no había vigilancia policial, fueron las excepciones.
Un recorrido realizado por un equipo de Listín Diario a partir de la medianoche, y parte de la madrugada de este viernes 1 de enero de 2021, permitió constatar que las grandes avenidas o los lugares de referencia donde se tienden a reunir las personas para estas fechas, denotaron un aura silente y carente de presencia alguna, a excepción de miembros de los cuerpos castrenses, que vigilaban vagamente cualquier movimiento inusual en sus perímetros asignados.
El toque de queda, que inició a las 7:00 de la noche, impidió que una vez llegada la medianoche lugares emblemáticos y comunes a ser centros de celebración, como el Obelisco, la Ciudad Colonial, el Malecón de Santo Domingo o cualquier espacio público, pudieran ser usados para los festejos de la llegada del nuevo año.
Sumado a estos lugares, se le agrega las grandes avenidas, como la 27 de Febrero, Abraham Lincoln y John F. Keneddy (por mencionar algunas) que tradicionalmente para estas fechas eran recorridas por miles de personas que salían a festejar. Pero para la llegada de 2021, solo recibieron visitas esporádicas de conductores que “casualmente” violentaron el horario restrictivo y que circulaban a una velocidad a la cual solo dejaban la resonancia de un motor.
Los festejos, además de tener personas juntas y sin mascarillas, también tuvieron un factor común y frecuente: el alcohol. Las aceras y los contenes próximos a las celebraciones estaban plagados de botellas de todo tipo de bebidas.
Las cantidades de botellas reunidas iban aumentando con el pasar de los minutos y parecía no tener fin y cuando alguna se acababa, desde la ventana de algunos colmados, que se supone debían estar cerrados, aparecía una nueva bebida y la fiesta continuaba.
En dichos festejos, fue notorio cómo las personas se comportaron como si no hubiese pandemia alguna, ya que en mayoría de casos las mascarillas eran inexistentes y el distanciamiento social nulo. Pero, en los barrios también se observaron personas que prefirieron organizar celebraciones dentro de sus residencias, específicamente en balcones y galerías junto a familiares y amigos, respetando así las restricciones por el toque de queda.
En contraste, los sectores clasificados como de “clase alta” mantuvieron sus calles vacías de personas, pero llenas de vehículos parqueados en ambos lados de diferentes vías, lo que daba a entender la presencia de múltiples personas, que fueron observadas en los balcones de diferentes torres, desde los cuales también se pudieron escuchar muchas celebraciones ocurriendo de manera simultánea y con ritmos musicales distintos.
Y dentro de ese mismo estrato social, hoteles ubicados en la zona del malecón, aparentemente reservaron algunas de sus áreas para eventos o salones para celebraciones, para que un público limitado (y hasta exclusivo) celebrara la llegada del nuevo año de manera más privada.
Las celebraciones privadas y exclusivas también se observaron en el Ferrie del Caribe, del cual se escuchó salir música y se vio como tripulantes dispararon bengalas festejando la llegada del nuevo año.
Ya con el toque de queda y hasta las 1:30 de la mañana, los agentes de los distintos cuerpos castrenses se mantuvieron vigilando sus zonas asignadas, atentos a cualquier infractor. Durante el recorrido, parte del equipo de este medio conversó tanto con policías como militares y todos coincidieron en un punto en común: “estamos cansados”. Los miembros de las fuerzas del orden, junto con el personal médico, han sido exigidos a cumplir largas tandas de horarios a fin de controlar la población e impedir el avance del coronavirus.
CIFRAS
A pesar de que aún no ha sido comprobada su efectividad, el país dispondrá de 10 millones de vacunas, que serán aplicadas a cinco millones de personas, ya que se necesitan aplicar dos dosis para lograr la inmunidad al virus.
Esta noticia llega justo cuando los casos de positividad al virus en el país muestran un incremento notorio, así como la aparición en varios países de una nueva cepa del COVID-19, que, según investigadores, tiene una capacidad de mayor contagio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario