Pequeñas y ligeras situaciones que se produjeron en la toma de posesión de las nuevas autoridades municipales de filiación perremeísta, llevó a los peledeístas a montar algunos numeritos de gozo escaso e inmediato.
La política antes era un can, pero de un tiempo a esta parte, un cancito, pero que divierte y evita proyectos mayores y discursos de profundidad.
Moderno reaccionó prontamente y posiblemente haya dado más importancia de la cuenta a lo que evidentemente fueron gazapos políticos.
No es fácil manejarse en el poder después de tantos años fuera. Habrá que aprender y hacerlo sobre la marcha, con tropiezos, resbalones y caídas.
Lo que asoma y no se ve de manera completa lleva a considerar un ánimo oculto. Los ayuntamientos crean instancias de poder que serán difíciles de controlar desde las máximas instancias de dirección.
Hubo que aclarar, rectificar y llamar al orden de mala forma, y no hay dudas de que cuando se habla de someter a juicio y expulsar, lo que se intentar sofocar no es el relajito de la yipeta de Walter.
El PRM, puede decirse, salió de confinamiento el pasado fin de semana y sus masas se olvidaron del coronavirus y de la cuarentena y se lanzaron a las calles a celebrar, pero igual a mostrar talante.
La dirección del partido se le hará difícil eludir el encierro y tendrá que ser inteligente para vadear aguas turbulentas. Había adelantado lo que era previsible: Una militancia con hambre a la que había que dar de comer.
La advertencia de Ramón Ventura Camejo no cuenta en el trance, y lo suyo es lo más parecido a una chichigua cuando llega la hora del toque de queda. Hay que soltarla en banda, aunque se vuele en azotea y no calle.
Esta semana se sabrá si cancha abierta o cerrada, y si los nuevos titulares, ya no electos sino en funciones, se mantendrán subordinados o echarán un pie. La lealtad en estos días es una virtud política en baja.
Lo de Puerto Plata, con José Paliza incluido, podría decir más que lo que se oye.
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