Los caminos ya no conducen a Roma, sino a las elecciones.
Una vez más, en la política nacional quien tiene la razón es la bendita sabiduría popular: “Aquel que tiene de tó/, con un tesoro se topa/, pero aquel que está esnú/, tó le viene menos ropa”. Y con lo de la desnudez no me refiero a la aparición del primer caso de coronavirus, que era esperado con temor por la población, con preocupación por el gobierno y con ansias por unos candidatos de diminutos partidos empequeñecidos, siempre buscando una justificación que explique sus repetidos famélicos resultados electorales. Pero pido perdón, no es de la impopularidad de esos partidos de los que debo hablar hoy, sino de lo que acaba de ocurrir a los investigadores electorales de la OEA, a los que el gobierno dominicano acudió como tabla salvadora ante la gravísima crisis de confianza de la ciudadanía hacia la JCE y el Estado, sólo que, como el diablo no descansa, cuando andaba uno como buen cristiano saludando la llegada de los investigadores de la OEA, quienes en su reciente informe sobre las elecciones de Bolivia habían asegurado que estas habían sido fraudulentas y había ocurrido una “manipulación dolosa”, resulta que un estudio realizado, no por la Universidad de la sexta edad de Macondo City, sino por el Massachusetts Institute Technological (MIT) y su Election Data and Science Lab, asegura en sus conclusiones que “no encontró evidencia estadística de fraude en las elecciones de Bolivia“ . ¡Toma ya! En breve los dominicanos tendremos elecciones, pero seguiremos sin tenernos confianza, y ahora con una cura que podría agravar la enfermedad. ¡Es la confianza, estúpidos, es la confianza! Porque cuando en una sociedad sus actores se pierden la confianza es que se ha perdido todo, y todos ¡YA! hemos perdido.
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