No es conveniente, pero a veces se hace necesario llover sobre mojado. Un caso sería la campaña electoral e igual el día de los comicios.
Se supone que en el proceso y en la consulta las responsabilidades deben ser compartidas por todos los actores.
La Junta Central Electoral tiene las mayores obligaciones, pero estas no valdrán de nada si los partidos y los candidatos no cumplen sus deberes.
Las leyes de Partidos y Electoral fueron obras del consenso político y aprobadas por los representantes de los partidos en las cámaras.
No fueron los mejores estatutos (nada es perfecto se dice siempre), y tal vez por esa razón muchos de sus aspectos fueron recurridos en las altas cortes.
Algo quedó, y ese algo debiera tener aplicación general, pues de no serlo, no tendría sentido el esfuerzo y el tiempo agotados en proveer un instrumento inútil.
La campaña negativa asomó, pero no encontró terreno fértil, y la actual lucha política tiene pendiente ese capítulo ominoso.
Hasta ahora, lo que en las redes se promueve, en las redes se queda, como si la araña fuera víctima de su propia tela. No hay peor tela que la de la misma araña.
Era para que no ocurriera, pues el acecho era más acentuado y se quería agarrar los desaprensivos con las manos en la masa.
Al comprador de cédulas y votos en el momento en que realizaba la operación, con los documentos y el dinero a la vista de todos, ya que es un negocio con descaro.
Se pensaba que el mercado negro electoral, por muy audaz que fuera, no llegaría a loco. Sin embargo, no fue así. No es que sea loco, pero sí sinvergüenza.
El perro huevero aunque le quemen la boca, y más si nunca sufre consecuencias. Como ocurrió el pasado domingo que solo se denunció, y dizque hubo detenciones, pero no se conocen los malvados.
La Junta cumplió, y los electores también, pero no los partidos que se dedicaron a la vergonzosa compra de cédulas o de votos.
Lloviendo sobre tierra empapada.
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