(Colosenses 2:8-10; 2 Corintios 11:14)
Por: Alexis Rodríguez
Carnaval es una celebración, que tuvo sus orígenes muchos años antes de Cristo, en pueblos sumerios y egipcios. Esta tradición se extendió hasta llegar al imperio romano, que para “cristianizarla”, la mezcló con algunos puntos de su religión. Su celebración, a partir de ahí, coincide con el inicio de la cuaresma.
Etimológicamente la palabra Carnaval significa “Carne a Baal”. Baal es un dios pagano, de donde proviene la palabra Baal-Zebú o Beelzebú en griego que significa príncipe de los demonios (Mateo 12:24). Ver 1 Reyes 18:26-29. Baal, en lengua babilónica significa “señor”, era el título del dios supremo de los cananeos. Su adoración procedía de Babilonia, “madre… de las abominaciones de la tierra”.
Carnaval es una fiesta en honor a tres dioses de la mitología griega: Eros, el dios del sexo; Pan, el dios de la música; y Baco, el dios del licor.
En el carnaval hay pasiones sexuales desordenadas, sensualidad, lascivia, concupiscencias, insinuaciones, lesbianismo, homosexualismo, transexualismo, hedonismo. Todas estas manifestaciones en honor al dios “Eros”. Las figuras más representativas de algunos carnavales tienen que ver con la sexualidad y el erotismo.
En el carnaval, la música es un ingrediente imprescindible. No se puede concebir esta fiesta sin música. Los principales grupos musicales; así como artistas famosos y populares son invitados a amenizar el carnaval, en todas partes del mundo donde se celebra. Las comparsas, los lechones, las carrozas, y demás parafernalias desfilan al compás de la música. Esta música en nada glorifica, ni agrada a Dios; pues sus letras dejan mucho que decir. Mucha de la música de carnaval tiene influencias ancestrales ocultas. Música impía, mundana, en honor al dios “Pan”. Influencias de música de vudú, gagá, palos y otras, están presentes en las melodías usadas en los carnavales.
En el carnaval es donde más se consume bebidas alcohólicas. Las borracheras caracterizan esta festividad. No es casualidad, ni coincidencia, que las grandes casas licoreras de nuestro país (República Dominicana) y otras partes del mundo, sean patrocinadores oficiales de estos carnavales. La mayor venta de bebidas alcohólicas se registra en época de carnaval. La mayor cantidad de personas ebrias, borrachas, fuera de control, se contabiliza en la celebración del carnaval, en honor al dios “Baco”, el dios del licor.
En definitiva, el carnaval es una fiesta de la carne, de borracheras, bailes, sensualidad, lascivias, concupiscencias, disfraces satánicos y provocativos que muestran claramente a quien se adora (al diablo). Hay sexo, orgías, adulterio, fornicación, desenfreno, drogas, alcohol, carnalidad…Es donde se le da riendas sueltas a la carne.
El cristiano no debe participar del carnaval. Pablo dijo: Todo me es lícito, más no todo me conviene. Todo me es lícito, más no todo me edifica. Todo me es lícito más no me dejaré dominar de ninguna (1 Corintios 6:12; 10:23).
Es mejor agradar a Dios que agradar a nuestra carne. Es mejor hacer la voluntad de Dios, que la voluntad de nuestra carne. No fuimos llamados a satisfacer los deseos de la carne (Gálatas 5:19b); sino a honrar y glorificar a Dios. (Colosenses 3:17).
Y manifiestas son las obras de la carne, que son adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto,…que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5:19-21). Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne, son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios (Romanos 8:5-8).
El carnaval es una fiesta pagana, diabólica, satánica, terrenal, carnal, disfrazada de tradición. Tradiciones de hombres, alejados totalmente de lo que Dios desea de todo aquel que de verdad dice creer en El. Carnaval es fiesta de pecado, de mundanalidad. El que practica el pecado es del diablo (1 Juan 3:8). La Biblia nos dice: No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1 Juan 2:15-17).
A nuestra isla, La Hispaniola, el carnaval llegó de la mano de los colonizadores españoles; los mismos que engañaron a nuestros aborígenes, cambiándoles espejos por oro. Los mismos que trajeron la religión católica, pues los reyes a los que representaban en este hemisferio, eran católicos y por ende idólatras por naturaleza. En 1520, en lo que se conoce como La Vega Vieja, se celebró el primer carnaval en la isla, en ocasión de la visita de Fray Bartolomé de las Casas. Desde ahí el pueblo fue asimilando esa tradición infundada, que en nada glorifica al Dios verdadero. Es contradictorio que un pueblo que dice ser tan religioso, se deje arrastrar año tras año, en pos del carnaval. Jesús tiene palabras en Mateo 15:6b al 9 “Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestras tradiciones. Hipócritas, bien profetizó Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; más su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres”. Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan,… (Tito 1:16).
El carnaval, en nada agrada a Dios. El único que se agrada con el carnaval es el diablo a quien se le sirve. La Biblia dice que no se puede servir a dos señores (Mateo 6:24). O servimos a Dios de corazón y decimos NO AL CARNAVAL, o seguimos engañándonos a nosotros mismos. Dios nos dice: Pueblo mío apartaos de estas cosas. No podemos dar lugar al diablo (Efesios 4:27). Al participar de una u otra manera en el carnaval, estamos abriendo una puerta al enemigo. Para que Satanás no nos aventaje, no ignoremos sus maquinaciones. (2 Corintios 2:11). El enemigo se disfraza de ángel de luz (2 Corintios 11:14).
El carnaval es una fiesta pagana, que la han querido justificar diciendo que es parte de nuestro folklore. Dios está llamando a sus hijos, lavados con la sangre del Cordero, a levantar una generación que quebrante toda maldición. Enseñemos a nuestros hijos los principios de Dios en su Palabra; basta ya de tradiciones y rudimentos de hombres, que nos tienen sumidos en la más vil miseria espiritual y levantémonos en el nombre de Jesús. Tomemos posesión de la tierra que Dios nos ha entregado para hollar serpientes y escorpiones. Para desenmascarar a Satanás, el príncipe de las tinieblas. Mirad que nadie nos engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. (Colosenses 2:8)
Considerémonos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. Que no reine más el pecado en nosotros, en nuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis nuestros miembros al pecado… pues no estáis bajo la ley (tradición, folklore, cultura) sino bajo la gracia. (Romanos 6:11-14). Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual es la voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12:1 y 2).
Dios no quiere que su pueblo perezca por falta de conocimiento (Oseas 4:6).
Nos corresponde a nosotros sacar las conclusiones. Nos toca elegir. Dios ha puesto delante de nosotros la vida y la muerte; el bien y el mal; la bendición y la maldición. Carnaval es sinónimo de muerte, de males, de maldición. Escojamos pues la vida, el bien, la bendición, para que nuestros días sean prolongados, y vivamos y sea prosperada nuestra descendencia. (Deuteronomio 30:14-20).
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