La mayoría de los vecinos, paradójicamente, están opuestos al traslado del recinto escenario de tantas historias negativas a lo largo de sus 67 años de existencia, especialmente por el hacinamiento que genera la sobrepoblación de reclusos en el penal.
La opinión generalizada es que el traslado del presidio agravará los problemas en la comunidad debido a la falta de fuentes de trabajo y a la desatención de las autoridades.
“La gente piensa que en La Victoria solo hay presos”, expresa con marcada desilusión Fausto Moreno, con 64 años residiendo en la comunidad, quien alude de esa manera al destino que ata a esta localidad y el recinto penitenciario inaugurado durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, el 16 de agosto de 1952.
Precisó que las autoridades han perdido de vista que en la cárcel hay una población tan numerosa como en la comunidad y, por tanto, hay un hacinamiento duplicado por la falta de atención dentro y fuera del penal.
Dura realidad
“Es duro decir que una cárcel es la principal fuente de ingreso de un pueblo, pero es así. Eso contribuye a que incluso se confunda la cárcel con la comunidad”, reflexionó Moreno.
Mientras, Enrique Castillo, cuya vivienda está ubicada a poca distancia de un enorme basurero que generan los propios habitantes y la actividad económica frente a la vieja estructura penitenciaria, especialmente miércoles y domingo, los días habilitados para visitas en la cárcel, dice que cuando queman esos desperdicios que el ayuntamiento local tarda en recoger, el temor a contraer enfermedades respiratorias se incrementa entre los vecinos del entorno.
La insalubridad predomina a cada paso por la basura acumulada, las deficiencias en el drenaje y por el polvo en las calles sin asfalto.
Castillo, chofer de carro público, deploró que en un área cerca del basurero se cobre 30 pesos para el estacionamiento de vehículos a personas que visitan la cárcel, pero aun así no le dan al entorno el mantenimiento que amerita.
Richard Cid, quien opera el colmado-comedor “Eva”, ubicado justo frente a la vieja estructura levantada con pabellones para celdas en forma octagonal, estima que el traslado de la cárcel La Victoria afectará significativamente a todos los habitantes, debido a que es la principal fuente de trabajo en la localidad.
Una parte considerable de su clientela está integrada por las personas que visitan y hacen vida en los alrededores de la cárcel. Detrás del mostrador de su negocio, ha sido testigo de los momentos difíciles que enfrentan familiares y otras personas vinculados a los reos, pues apunta que todo el que llega aquí “viene quebrantado”.
“No es fácil tener un familiar ahí dentro, la incertidumbre que genera tener una persona presa en ese penal”, precisa Cid, quien admite que el traslado del penal afectaría las ventas en su negocio.
La cárcel de La Victoria se diseñó para albergar a 1,200 personas, pero actualmente, entre preventivos y condenados, la población de privados de libertad se estima en 9,000.
La Procuraduría General de la República construye actualmente “La Nueva Victoria”, en la comunidad Las Parras de Guerra, en Santo Domingo Este. Será un centro con capacidad para unos 9,000 reclusos y centrado en la humanización del sistema penitenciario.
Domingo García de la Rosa, de 70 años, tiene un negocio al aire libre de venta de comida cerca de la entrada principal al penal, donde ha logrado el sustento de su familia por más de 20 años.
“El pueblo de La Victoria no tiene fuentes de trabajo, lo sabe el Presidente y todo el mundo, si quitan esa cárcel de qué vamos a vivir”, agregó el comerciante, quien sugirió instalar allí una zona franca luego del traslado de la cárcel para que “los moradores no pasen más trabajo del que están pasando”.
De los momentos más dramáticos que le ha tocado presenciar allí, cita el paso de los ciclones, especialmente el huracán George. “Los presos una parte los subieron en la azotea y en el play se podía nadar como en un río”, precisó García de la Rosa, quien recuerda que se usaron hasta helicópteros para evitar una fuga masiva de reos.
Los alrededores del penal es un hervidero de personas cada día y ahora mucho más con la instalación de furgones para agilizar el conocimiento de los expedientes a recluidos por diversos crímenes y delitos.
La principal preocupación con la cárcel son los frecuentes tiroteos. Ana Guzmán, quien residió buen tiempo en La Victoria en una casa de madera y techo de zinc, luego alquiló el inmueble y regresó hace un mes, dice que con frecuencia tiene que refugiarse debajo de la cama.
“Mira cómo está esa fuente de contaminación”, expresa señalando hacia el vertedero improvisado frente a su casa. “Y cuando queman la basura es lo fuerte”, añadió Guzmán, quien se siente arrepentida de su regreso a “La Victoria”.
NECESARIA
Se llevan medio mundo
“Eso es lo único que hay aquí, llevándose eso, se llevan medio mundo en La Victoria”, considera Rosa Ángela Mercedes, quien labora en una banca de loterías donde hasta los presos “juegan sus numeritos”.
Las ventas en el negocio se triplican los días de visitas en la cárcel.
Como dejarlos sin madre
Melinda Florentino, dueña de un colmado que lleva su nombre, no se opone al traslado de la cárcel, pero sugiere a las autoridades buscar otra fuente de empleo para los moradores tan pronto eso ocurra. “Quitar la cárcel es como dejar sin madre a La Victoria”, agregó.
Planes
Las autoridades proyectan inaugurar “La Nueva Victoria” en abril del presente año. La vieja cárcel será evaluada para determinar cuáles áreas se pueden utilizar.
Citan necesidades del sector y sus anhelos
Fausto Moreno
Nativo del sector, tiene 64 años
Considera duro decir que una cárcel sea la principal fuente de ingresos de una comundad y plantea que, además de presos, aquí hay moradores tan abandonados como los reclusos.
Richard Cid
Propietario del colmado-comedor Eva
El comerciante puntualiza que en la cárcel de La Victoria son insignificantes los motines y conflictos, si se toma en cuenta que allí está lo más difícil de miles de familias.
Cleto Vinicio Fortunato
Vendedor ambulante
“Aquí vivimos en una Victoria perdida”, exclama Cleto Vinicio Fortunato, de 43 años, quien se gana la vida en el sector como vendedor de mondongo y patas de vaca.
Fuente: Listín Diario
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