¿Cómo se explica la inexplicable aparición de banderas nacionales con la supresión del escudo de la Patria? ¿Acaso un error? ¿Una ventisca de ignorancia supina sobre el proceso de formación y creación de la Bandera Nacional? ¿Un caso aislado?
Tal y como lo define nuestra Constitución: “El Escudo Nacional tiene los mismos colores de la Bandera Nacional dispuestos en igual forma.
Lleva en el centro la Biblia abierta en el Evangelio de San Juan, capitulo 8, versículo 32 y encima una cruzÖ Está coronado por una cinta azul ultramar en la cual se lee el lema, Dios Patria y Libertad.”
Creo que el asunto es de mayor gravedad. El culto triunfal al dinero, esa vocación a la riqueza, obtenida gracias a las influencias de la politiquería nacional, desde la poltrona de casi todos los estamentos del Estado dominicano, sin las referencias de Juan Bosch ni Peña Gómez, dos monjes de la ética y el decoro.
La debilidad creciente del aprendizaje y conocimiento de la historia dominicana, la incidencia evidente en el liderazgo político de la nación de gente sin calidades ni propiedades ideológicas que sustenten el proyecto nacional, muchas de las cuales con excepciones honrosas, se han agregado a funciones públicas sin pasar por el amor al legado de los héroes, que a sangre y fuego forjaron la nación, podría explicarnos una omisión tan grave como borrar festivamente el escudo de la bandera.
No basta ordenar corregir el “error” de la omisión del escudo, se hace necesario un desagravio a la Patria.
Se necesita una procesión de banderas al viento, por lo menos de medio millón de personas en la Plaza de la Bandera, reafirmando el amor patrio, cementando en la conciencia las ideas que plasmaron nuestra nacionalidad y sus valores ciudadanos. Nunca fue tan oportuno como ahora realizar una reafirmación cívica del pueblo dominicano, de cara a su presente y su porvenir. La Patria se defiende con acciones y gallardía, no con dobleces y actos impúdicos, como el de castrar el escudo nacional.
Y se defiende frente a toda tentativa de absorber nuestro territorio, de agredir nuestros fundamentos morales y sociales, de atropellar nuestra soberanía nacional, de hipotecar el Estado, así como nuestras creencias y fundamentos culturales, como en 1844 contra el invasor haitiano, como en 1863 contra la anexión a España y como en 1916 y 1965, contra el invasor norteamericano.
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