Ramón Valenzuela |
Por: Rubén Moreta.
La provincia de San Juan y los pueblos del sur en general padecen del síndrome del olvido. Se trata de la facilidad con que estos pueblos envían al ostracismo a sus más connotados hombres y mujeres, tras enfermar o morir.
Reconocer el mérito ajeno es también harto difícil, ya que las bajas pasiones suelen obnubilarnos.
Por: Rubén MoretaEl autor es Periodista y Profesor UASD |
El síndrome del olvido es egoísta y perturbador, porque aniquila fértiles estelas, apaga luminarias, sepulta improntas y en fin, convierte en desconocidos/as a actores sociales que fueron trascendentes, por los roles que en su contexto jugaron.
Esta patología ha hecho metástasis en todo nuestro cuerpo social. Preferimos eclipsar a los buenos, a los trascendentes y ensalzar a los vacuos y mediocres.
El síndrome del olvido ha contagiado a casi todos los hombres y mujeres del sur y quizás de toda la Nación, pero en especial –insisto- es epidémico en San Juan de la Maguana.
Una víctima del síndrome del olvido es el más grande artista y conspicuo educador Sanjuanero Ramón Antonio Valenzuela Ferreras, postrado desde hace un tiempo en una silla de ruedas en su cálida residencia, como consecuencia de la furia de un accidente cerebro vascular (derrame cerebral).
Ramón Valenzuela fue un gigante. Un astro destellante, un orgulloso barriga verde, el primer y único tenor sanjuanero.
Desde niño conocí a Ramón Valenzuela. Era un mulato fornido, con un afro a medio hacer, de esporádica sonrisa, que al cantar la canción Enriquillo (autoría de Aníbal de Peña) me hacía recrear el atribulado mundo aborigen, materialmente diezmado -sin piedad- por los conquistadores ibéricos, con la bendición del catolicismo cristiano.
Con la fuerza interpretativa de Ramón en la canción Enriquillo la cultura taina volvía a tener vitalidad en mi sique. Cuando cantaba Siboney, o Granada o cantaba y bailaba sus “Loas a Liborio Mateo”, junto al maestro _________ en la guitarra, era un espectáculo placentero.
Ramón Valenzuela fue el cantante de más alto prestigio en nuestra provincia, que habiendo tenido oportunidades de emigrar a Santo Domingo o al exterior, prefirió quedarse en el San Juan de sus amores, desarrollando de forma “romántica” su arte y ganándose la vida, ejerciendo el noble oficio de Maestro.
Ramón Valenzuela es un Dios del canto. Toda la honra para este adalid de la cultura, apóstol de la alegría, paradigma del arte y el magisterio.
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