Cien días no son mucho tiempo para evaluar a un Gobierno, pero sí un buen espacio de tiempo para medir sus intenciones y descubrir, si se quiere, el norte de su brújula.
Al cumplirse este período para el mandato del presidente Danilo Medina, las evaluaciones han girado sobre sus primeras medidas y los impactos de éstas en la vida nacional y, salvo opiniones disidentes, estas pasan la prueba de la conformidad popular.
Algo patente que sobresale sobre el aspecto meramente material o institucional de esas medidas es la tesitura del Presidente, que ahora descubrimos.
En estos cien días, Danilo Medina ha demostrado, en paralelo con las promesas que ha comenzado a cumplir, que es:
-Un presidente que apuesta por un ejercicio ético del poder y que no comulga con la corrupción, y que es capaz de cercenar a la hidra, con todas sus cabezas.
-Que no es un Presidente propenso al boato o a las desmesuras ni al dispendio.
-Que da ejemplo a los demás, especialmente a subalternos, entrando puntualmente a las 8:00 de la mañana a su trabajo de servidor público, laborando de corrido y poniendo fin a su jornada a las 8:00 de la noche.
-Que es un Presidente que hace honor a la puntualidad, pero también al trato respetuoso y atento a quienes recibe en su despacho o a los que encuentra en sus visitas a la calle, generalmente andando con dos o tres vehículos como escolta, y
-Que como ciudadano y como mandatario no tiene que esforzarse para poner en evidencia que ha llegado al poder con buenas intenciones y que aspira a diferenciarse de los que han pasado por ese solio, haciendo cosas novedosas, pero útiles y permanentes en favor de un pueblo que, aunque no lo diga, lo tiene ya “como uno de los nuestros”.
Un Presidente distinto, sencillo, humano, es sin duda la mejor novedad de estos primeros cien días.
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